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Una gárgola (del francés gargouille > gargouiller 'producir un ruido semejante al de un líquido en un tubo', latín gurgulio y griego γαργαρίζω 'hacer gárgaras') es la parte sobresaliente de un caño que sirve para evacuar el agua de lluvia de los tejados.
Al expulsar el agua en chorros finos por la boca, las gárgolas evitaban que el agua contactara con los muros de piedra y provocara deterioros de los mismos.
En la arquitectura de la Edad Media, especialmente en el arte gótico, son muy usadas en iglesias y catedrales y suelen estar adornadas mediante figuras intencionadamente grotescas que representan hombres, animales, monstruos o demonios. Probablemente, tenían la función simbólica de proteger el templo y asustar a los pecadores. Esto se mantuvo, aunque con menor desarrollo, en la arquitectura renacentista española e incluso en algunas iglesias barrocas.
La palabra gárgola se emplea en muchas ocasiones para referirse a todo tipo de criaturas que decoran los muros de los edificios y que, al representar el mismo tipo de figuras que las gárgolas, se engloban dentro de la misma denominación. Estas representaciones que ornamentan los edificios no son gárgolas para desagüe, sino imágenes decorativas, llamadas a veces quimeras, como, por ejemplo, las de Viollet-le-Duc de Notre Dame de París.[1]